Mi relación con la religión como expatriada: historia II

La protagonista de esta historia no es una persona religiosa. La protagonista es una mujer del sur de España, una hippie, una socialista, una roja.
 
Entender su esencia no fue inmediato, llevó muchas horas de conversaciones. Entre otras cosas porque la conocí en una época muy quejumbrosa, en los primeros meses de mi inmigración, cuando no hacía más que quejarme por todo. Una vez me di cuenta de la joya que había descubierto me dejé influir por sus por qués.
 
Recuerdo una de las primeras conversaciones en las que me sorprendió, estábamos hablando de dietas y me contó que había conocido a una persona de un país asiático cuya religión le impedía comer carne y cualquier vegetal arrancado de la tierra. "Uff que complicado" y aquí me lanzó su primer por qué: "no, por qué?" "Pues porque tiene que ser muy difícil y complicado comprar, hacer la comida, cocinar... "quizás para tí, pero no para ellos, para ellos es normal y fácil".
 
Y como estas conversaciones siguieron muchas en las que cada vez que yo mostraba extrañeza ante algo, ella me cuestionaba el por qué, con cada conversación mis ridículos argumentos en contra de las cosas que eran diferentes se fueron evaporando.
 
Jamás pensé que una atea iba a poder enseñarme tanto sobre el respeto a las creencias de los demás como lo hizo ella. Es una de las personas con más aceptación de las diferencias que he conocido, para ella lo desconocido no es un síntoma de peligro contra su integridad o sus valores. Ella me enseñó que mi normalidad era diferente de la normalidad de otras personas, ni mejor ni peor, ni más ni menos válida, ni más sencilla ni más difícil, simplemente diferente. 
 
 
 
Otro aprendizaje que le debo es el hecho de haberme dado cuenta de que a pesar de creerme una persona tolerante, tenía más prejuicios de los que me imagainaba. Yo siempre he creído en la diversidad, la equidad, la igualdad, los derechos sociales, la multiculturalidad... Pero una cosa es defender estos ideales cuando lo haces de palabra, pero en la práctica sólo los rozas. Cuando sales de tu país y te conviertes en una minoría étnica en medio de otras cientos de minorías con las cuales convives a diario, la cosa cambia y tus ideales, miedos e inseguridades salen a flote. Por eso habérmela encontrado ha sido una gran fortuna par mí, porque ella me hizo de espejo y me devolvió mis prejuicios en forma de preguntas y me ayudó a "curarlos". No voy a ser ingenua y decir que ya no tengo, pero lucho por identificarlos y para no dejar que me dominen.
 
Ahora cuando mis hijos me dicen cosas como "mamá el desierto que tiene cactus es el normal" yo les contesto "todos son normales sólo que unos tienen cactus y otros no, lo que puede ser es que a ti te gusten más los que tienen cactus". O cuando hablan de "nosotros abrimos el libro así y ellos así" "no hay nosotros y ellos, todos somos personas, unas personas lo hacen así y las otras asá".
 
Así que de nuevo muchas gracias por todo. Y especialmente por ayudarme a ser una mejor ciudadana.
 
 

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